Se trata de una de las tecnologías más cercana a la ciencia ficción y a Hollywood que la realidad. Una startup argentina busca insertarse en el mapa de esta innovación que promete cambiar la forma en que se procesan los datos y se resuelven problemas complejos
Para entender este tema empecemos por una definición: la computación cuántica se diferencia de las computadoras clásicas en un aspecto clave: mientras que las computadoras actuales procesan información en bits, que pueden estar en un estado de 0 o 1, y en forma secuencial (primero uno, luego el otro), en base al paso o no de electricidad en el circuito, la computación cuántica utiliza qubits, que pueden estar en múltiples estados al mismo tiempo gracias a un fenómeno llamado superposición cuántica del spin del átomo, y que permite hacer ciertas operaciones que en una computadora clásica tomarían muchísimo tiempo; es un funcionamiento completamente diferente.
Para entenderlo mejor, podríamos recordar la miniserie Devs (2020), donde un emprendedor utiliza una computadora cuántica con el propósito de recrear visualmente escenas del pasado y del futuro. Si bien la trama de la serie es ficticia, refleja de manera intrigante la capacidad de estas máquinas para procesar grandes cantidades de información de manera simultánea, explorando múltiples posibilidades y escenarios a la vez (lo que se denomina paralelismo masivo). Para algunas tareas en particular (sobre todo, buscar un dato entre un cúmulo de información) pueden llegar a ser hasta 150 millones de veces más rápidas que una supercomputadora. Pero no sirven para navegar por la web, ver una serie o jugar un juego.
Todos gracias al matemático estadounidense Peter Shor, que en 1994 desarrolló un algoritmo que mostraba cómo las computadoras cuánticas podían usarse para resolver problemas fuera del alcance de las computadoras clásicas. Los qubits, como los bits tradicionales, son una forma de representar información. Pero lo hacen siguiendo las leyes de la mecánica cuántica: un qubit puede representar un uno, un cero o un valor definido por la superposición de ambos estados. Por ejemplo, una cadena de 32 bits (de ceros y unos) puede representar uno entre 4200 millones de valores, mientras que una cadena de 32 qubits contendría todos esos valores simultáneamente.
IBM, Google, Microsoft y otras compañías están invirtiendo grandes sumas de dinero en este sector, que por ahora es más experimental que comercial, pero que ya tiene compañías que alquilan computadoras cuánticas (que no tienen el aspecto de una computadora común, sino que requieren otro equipamiento, tratamiento y calibración para comenzar a funcionar)
El argentino Facundo Díaz, fundador de TravelX y de Vrtify, es la cabeza detrás de la start up /q99, lo explica así: “cuando hablamos de computación cuántica, hablamos de otro tipo de computación. Hoy todo el mundo digital que vivimos se basa en lo binario, con bits que son ceros y unos. La computación cuántica, en cambio, trabaja con qubits que usan principios de la física subatómica. Esto nos da la posibilidad de procesar muchísima más data que con un bit y desarrollar capacidades probabilísticas”.
En este contexto, el emprendimiento se propone construir un ecosistema que favorezca el aprovechamiento de esta tecnología en la región. Para Díaz, la clave no reside únicamente en poseer la máquina, sino en generar un entorno colaborativo donde universidades, científicos y empresas trabajen juntos para aprovechar su potencial. “No se trata solo de traer una computadora cuántica, sino de crear un ecosistema. Tiene que haber investigadores, universidades e industrias involucradas”.
Lo que hizo /q99 fue crear un motor capaz de dialogar al mismo tiempo con las necesidades y el software de una compañía clásica, y pedirle a una computadora cuántica que resuelva alguno de los pedidos que involucren análisis masivos de datos; en el caso de /q99 usan los servicios de IBM, de Google y de Rigetti (que tienen computadoras cuánticas propias y alquilan su uso).