Aún faltan al menos 30 años para ver un uso extensivo de la computación cuántica, por lo que las organizaciones aún tienen tiempo de prepararse para los cambios que traerá este nuevo paradigma.
Un buen ejemplo a tener en cuenta para ver lo incipiente de esta tecnología es que el mayor ordenador cuántico es el Eagle de IMB, que tiene 127 qubits físicos. Se trata de un número todavía pequeño de qubits, lo que limita la potencia de cálculo de las versiones iniciales de estos superordenadores.
Mientras que los ordenadores convencionales funcionan con bits, los ordenadores cuánticos utilizan qubits. Un bit es un lenguaje binario de 0-1, pero el qubit es mucho más complejo y alberga una multitud de probabilidades diferentes. En otras palabras, es posible almacenar una gran cantidad de información en un solo qubit.
Sin embargo, los qubits tienen un problema: se necesitan miles de ellos para que un ordenador pueda realizar un cálculo con precisión. Esto se debe a que hay dos tipos de qubits: lógicos y físicos. Los qubits lógicos son teóricos y son cálculos perfectos, mientras que los qubits físicos existen en el mundo real dentro de los ordenadores cuánticos y sí tienden a dar errores.
La forma de reducir los errores de los qubits físicos es aumentar su número dentro de los ordenadores cuánticos. Esto los mitiga y hace que los cálculos sean más precisos, pero se estima que la potencia de cálculo de un solo qubit lógico podría estar formada por hasta 1.000 qubits físicos. Es decir, 1.000 qubits físicos tienen la potencia de 1 qubit lógico, y el mayor ordenador cuántico sigue teniendo 127 qubits. Esto significa que aún estamos lejos de alcanzar esta revolución cuántica, pero los esfuerzos y la inversión de las empresas se centran en avanzar en este campo.