La propia Internet ha experimentado una evolución vertiginosa en los últimos años. El término “Web 2.0”, que comenzó a usarse a principios de la década de los 2000, caracterizada por su naturaleza interactiva y colaborativa, marcó el colosal paso desde las páginas web estáticas hacia aplicaciones web interactivas y sociales, donde las personas pueden colaborar y compartir información en línea a través de blogs, wikis y redes sociales que ya tenemos interiorizadas a la hora de buscar amistad u otras relaciones interpersonales, tan celebradas el día de San Valentín.

Y, en la búsqueda de una red que pueda comprender la información de manera más humana a través de la interpretación del contexto y el significado de los datos en Internet, ya acercándonos al 2010, se empezó a hablar de la “Web 3.0” o web semántica, que usa la inteligencia artificial, y que retomó su popularidad en el 2023 por su estrecha relación con otro término que creó hype ese año, el metaverso, en su pretensión de recuperar la descentralización de Internet.

Pero todo esto ya está empezando a quedar obsoleto ante nuevas visiones de Internet, con la inminente llegada de la “Web 4.0”, que lleva en boca de los expertos desde principios de la década de 2010 y quienes trabajan en una integración aún más profunda de la inteligencia artificial en la red global para lograr una “web simbiótica”, que promete una interacción entre humanos y máquinas más fluida y natural, potencialmente a través de asistentes virtuales avanzados y que puedan anticipar nuestras necesidades.

Entrados en la segunda década de este siglo XXI, nos encontramos con conceptos aún más futuristas: la web emocional o “Web 5.0”, enfocada a experiencias más personalizadas y emocionalmente resonantes a través de la red, y la “Web 6.0”, que apenas comienza a esbozarse en discusiones tecnológicas muy recientes sobre un futuro en el que la convergencia de tecnologías avanzadas, como son la realidad aumentada/virtual/extendida, la inteligencia artificial fuerte o AGI (Por sus siglas en inglés: “Artificial General Intelligence”) y la computación cuántica, creen un ecosistema digital totalmente inmersivo e intuitivo.